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lunes, 14 de diciembre de 2009

Lekeitio-Zumaia (III)

Viene de la segunda parte...

El motor

En esta historia, creo que hubo un protagonista muy especial: El motor fueraborda del Hooper.

Se tiró cuatro horitas llevando el Hooper con una velocidad constante bastante razonable, aunque de vez en cuando lo aflojara un poco para descansar y le fuera vigilando periódicamente la temperatura del agua de salida y que no se encendiera el chivato luminoso del aceite, cosas que no ocurrieron, ni una ni otra. Todo en la normalidad.

Y sí, tengo que confesarlo: el verano pasado fui despectivo con él, diciéndole cosas como "cafetera", "batidora"... No tengo perdón. Es un MOTOR, pequeño, pero MOTOR.

Y en mi descargo, decir que uno siempre ha considerado los fuerabordas como motores de segunda, destinados a auxiliar, delicados y poco de fiar. En fin, creo que estaba equivocado. Es posible que haya que ser más cuidadosos con su mantenimiento que con otros motores internos, no lo sé. Pero me sorprendió la regularidad y buen funcionamiento.

Aún así he de confesar que puestos a elegir, preferiría un motor interior diesel que un FB. Para empezar porque la gasolina, en un barco me hace muy poca gracia, y me parece suficiente motivo para optar por un diesel. Y segundo, porque el rendimiento, sobre todo con mala mar, me parece mucho mejor, sobre todo porque por su posición, la hélice siempre bate agua, sin salir fuera nunca. Ahora bien, la ventaja de un FB en un velero, sobre todo pequeño, es indiscutiblemente su mucho menor peso, con un rendimiento razonable: Hooper con el Mariner 5 CV Four Stroke, que pesa unos 30 kilos, hace hasta muy poco más de 5 nudos; entre 4 y 5 es como va mejor, pues, como suele pasar, para hacer velocidad máxima, requiere mucho gas y se consigue mas meter popa (y probablemente haya cavitación) que ganar avance.

Así que, desde ese día, no he vuelto a llamarle cosas de esas...

La estancia

Ya comenté en la primera parte sobre la marina.

Lo único que cabe decir es que, efectivamente, la orza sólo tenía por encima un par de capas de patente, desprendida además en muchas zonas, y presentaba un "efecto de perdigonado" con múltiples granitos y cavidades de corrosión, pero nada grave.

Con el cepillo de alambre conectado al taladro y algunas (bastantes) lijas, pude dejar el metal al aire, liso y brillante, sanear esos pequeños defectos, eliminar todo el óxido y después le hice el tratamiento que Hempel recomienda para orzas y quillas, bajo la denominación de fórmula de alto rendimiento o de obra nueva, que es la misma. Las cavidades las rellené con masilla epoxy de Hempel. Habrá que ver en próximas levantadas, pero el aspecto daba muy bueno.


Después del tratamiento

Hice otras labores que quería hacer, entre ellas pintar el casco, y al de una semana volví al agua. La faena fue que por los dos condicionantes que mencioné en la primera parte, sobre todo el atmosférico, ya que hubo 3 días de lluvia e inhábiles, prácticamente, pero se hizo lo que se pudo.

Una manita más y listo

Tuve una conversación con una persona (bueno, esos días tuve muchas, ¡cómo es la gente aficionada a la mar!) que me contó que también tenía un Somo 20, en Hondarribia, y que de vez en cuando se pegaba algún viaje a Pasajes... ¡¡Y me decía que yo era un bravo!! Que yo sepa, una vez que sales de Hondarribia, no hay puertos hasta Pasajes, y la costa (los acantilados de Jaizkibel) no parecen ser muy acogedores... Vale, hay más distancia entre Lekeitio y Zumaia, pero si se dan mal dadas, en el camino tienes dos puertos y medio (medio digo a Deba, y que no se me enfaden los debatarras, pero si hay mala mar, ese puerto me parece arriesgado)

Por cierto, quedé con esa persona que contactaríamos por correo electrónico o por La Taberna del Puerto, pero no he vuelto a tener noticias, y me hubiera gustado tenerlas, si estás a la escucha... ya sabes...

La vuelta

El día que lo bajé, era ya un poco tarde para iniciar el viaje de 4 horas, y además el pronóstico no era muy bueno y se esperaba mejorara para el día siguiente, así que lo que hice fue dar una vuelta a motor por la ría, llegar a la desembocadura del Urola para ver que la mar estaba un poco desordenada, con olas por encima del metro (reconozco que me cuesta mucho calcular la altura de ola, así que tómese este dato con precaución) y volver a Zumaia para amarrarlo en el paseo justo antes del puente, al lado del centro del pueblo.

La gente muy amable y me ofrecieron muchos ayuda. Incluido un municipal. Muchas gracias, gente generosa.

Me volví a Lekeitio a dormir y al día siguiente, tomé el autobús muy prontito (a las 6:30) para ir hasta Deba y allí tomar el tren hasta Zumaia.

Una vez en Zumaia, una vueltita por la ría de despedida y salí a la mar.

El viaje fue a vela, más por ponerme pesado que porque conviniera. Afortunadamente no tenía prisa para la vuelta, así que allí fui. Más cerca de 6 horas que de 5, porque el viento venía, qué casualidad, del W-NW, con lo que lo llevaba todo el rato de cara, y me obligaba a ceñir en largas bordadas, con lo que mi VMG era penosa... Bueno, no todo el rato estuvo viniendo así. Hubo un rato que parecía querer virar hacia N, lo que me hubiera venido de perlas, pero sería demasiada suerte...


De todas formas, el viaje de vuelta, sin presión, fue bonito y me sirvió para seguir aprendiendo cosas de la vela. Me crucé con los primeros velero-turistas del verano, un par de barcazos (una goleta de dos palos británica incluido) muy bonitos, y otros más pequeños pero también bonitos veleros.

Mucha gente empezando la veraneada, muchos pescando, otros navegando y el 9 de la VHF a todo gas... ¡¡Bienvenido, verano!!

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